La lluvia no llega y los campos están resecos, los montes en riesgo, la ciudades sin oxígeno.
El Sáhara se acerca, dejando su capa de arena en los suelos e invadiendo el aire que se ha quedado sin alisios.
Un clamor cada mes desde enero: "¡basta!", que vuelva el sol, la bruma entre días cristalinos y la brisa a las Afortunadas.
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