Cita en el banco

Hoy tenía cita en el banco para autorizar y firmar todas sus disposiciones (la misma retahíla que estamos autorizando cada vez que accedemos a lo que sea.

Eso sí, todo es confidencial.

Personal: 3

Clientes: 5

Caja: cerrada (abierta hasta 11)

Entra un cliente, me saluda y en la espera me explica que le ha llegado por correo que tiene que pagar por mantener su cuenta.

Lo llaman, a lo 10 minutos sale y me susurra con cara de pocos amigos , "tengo que pedir cita."

Luego, me siento, delante de un escritorio amplio, el ordenador correspondiente y una mesa igual de grande llena de carpetas y papeles ¿?

Una mujer de unos 45 años, nueva, se sienta, saluda y pregunta qué es lo que deseo. Asombro. Tenía cita, respondo. 

-Y para qué. 

-Eso es lo que yo quiero saber. Según parece tengo que aceptar sus condiciones y firmar. 

Rastrea en la pantalla. Rastrea. Y al fin aclara que las condiciones son las mismas. Asombro. 

No abandona la pantalla todavía y sigue... 

-Tiene demasiadas domiciliaciones. 

-Los gastos normales como la mayoría, replico. 

-Si, e ingreso pero no hay extracciones. De dónde saca el dinero. Asombro (deseo intenso de contestar, "que les importa"). Pero aclaro con sangre fría, además de las domiciliaciones, por si no lo sabías, de necesitar, hay más bancos. 

-Ah, sí, por supuesto. 

Firmé, papel, sello. Listo pensé 

No, ahí empezó la vendedora: Tenemos un seguro de salud, de vida, de muerte, de coches. Tarjetas de colores y todo los precios que por supuesto eran hasta enero... Una hora y media. 

-¿Algo más? -, salió de mi paciencia. 

-No, no, cualquier duda o información, estoy aquí para responderle, previa cita. 

Nos saludamos cordialmente y la miré con la esperanza de que siga conservando su trabajo y que ese edificio con 3 empleados no lo derrumben. 

Miro el reloj, son las 23:10. Un Café, la mente en blanco, blanco reluciente,  nuevo, sin el desgaste del uso. 

No importa lo que vaya a hacer, nada. Es el instante limpio y desinfectado. 

Quizás una estrella.