La nieve y la adrenalina

Con el paso firme, se  fue perdiendo en la nieve. Subía. Una señal de advertencia y pasó de largo cubierto de adrenalina. Siguió, otra señal, estaba eufórico y no la leyó. Cuando recapacitó dijo basta, tengo que bajar. 

De pronto empezó a caer, se acercaba el  mediodía mientas que un esqui se deslizaba a cien metros ladera abajo.

Le dolía el brazo y solo la nieve, el cielo azul y él. 

Ya no era posible seguir, aunque se resistía a la derrota. Pero no podía llegar al esquí. 

Con el brazo ardiendo sacó el móvil. 

Después de recibir las coordenadas, la estación de rescate dio la orden de inmediato al helicóptero que esa mañana no se había movido aún.

Siguió tirado en la nieve y a la media hora le hacia señas a la máquina que daba vueltas y volvió a perderse. 

Sintió miedo. Qué había sucedido ¿No lo habrían visto? 

Un grupo de salvamento se iba acercando. Por fin los primeros cuidados, fijaron el brazo hasta que regresó el helicóptero. Poco después estaba en el aire ascendiendo y le invadió la paz, una paz que no recordaba hacía mucho tiempo.

Cuando Andreas me estaba contando lo que le había sucedido hoy en una escapada a los Alpes, no dejaba de repetirle que estaba como una cabra, solo y sin dominar el entusiasmo. Pero ya más tranquila no he podido resistir el deseo de novelarlo. 

Pasó y ya está en su casa, dolorido no solo físicamente. No supo controlarse y arriesgó la vida, la preocupación de su familia y amigos y  servicios de salvamento.

Ahora puedo estar rabiosa :) 

Pero ya lunes a la vista. No sé lo que pasará, cómo serán las noticias. 

Miro este vídeo con una sonrisa.

Y dejo café por aquí, puede que en la mañana del lunes sea necesario.