El viento bramaba alrededor de la casa. Era invierno. Las olas golpeaban coléricas contra el acantilado. Los cristales del ventanal se iban arqueando como un gran globo translúcido y dúctil.
Todo era furor desatado y salvaje.
Arropados entre las mantas, mimando las manos y acariciando gotas de vino, se iban deshaciendo las horas hasta el amanecer disperso.
Hoy. Es madrugada, las barcas con faroles a lo lejos y las pardelas apareando en el manso acantilado.
Dos candelas, la manta suave, el vino en las venas y los besos apaciguando el hambre.
La tormenta nos pone en alerta, nos tensiona el conocimiento y nos acurruca con miedo, luego la calma nos arropa mientras recuperamos el hálito. Abrazos
ResponderEliminarLa tormenta en el mar es impresionante, de una belleza inigualable.
EliminarY que ese mismo espacio se llene de calma, con barcas y aves, uf. Abrazos
Me gusta el sonido de las tormentas, el del viento no.
ResponderEliminarY las pardelas, siempre en el acantilado.
Me gustan las manos unidas y las mantas de amor.
Aquí no hay pardelas, sólo gaviotas, pero me encanta verlas.
Besisimos
A mi me fascina, pero no me gusta cuando se pone histérico el viento y destroza las plantas y estropea los árboles.
EliminarLas pardelas son divinas.
Besisimos
Me gusta el viento , la lluvia y los relámpagos, por un tiempo, verlo desde la ventana, mejor si estoy ante la mar. Oír el viento fuerte y estar en casa sentada con una mantita y leyendo para mi es muy confortable.
ResponderEliminarUn beso.
Es fantástico Mari Carmen.
EliminarMomentos especiales que nos brinda la Naturaleza y con una mantita...
Un beso