Un monólogo de reclamo o no sé... y que sabe a pasado

 Llegó apresurada. La estaban esperando. El médico la iba poniendo al tanto mientras iban hacia la habitación.

Me han dicho que te hable. Que no pare.

En el estudio casi siempre tenías esta música. Te inspiraba decías.

Y bueno, ya estoy acá. Querías eso. ¿Seguías pensando en aquella época? Te parecerá ridículo pero aún conservo aquel tiempo, sí ya sé, nunca te lo dije, para qué. Besos sueltos después de un día neurótico, dejábamos de pensar y nos arrastraba el delirio. No era sino eso. Después todo seguía igual. 

Creo que cuando el destino se empeña en algo es que existe un vínculo difícil de romper aunque no se vea. 

Por ahí te viene bien "escuchar" recuerdos. Que tal vez ya no te suenan. 

Un día te fuiste por otro camino, porque sí, ni lo pensaste. ¿Verdad? Eras así. Creí que serías lo que querías y estaba segura de que lo lograrías.

El laboratorio se quedó vacío cuando te fuiste y sin tu entusiasmo no era lo mismo. Es cierto, no te miento. 

Te confieso que no sé porqué salí de inmediato cuando me avisaron. Y ahora me cuesta mirarte así quieto, con los ojos cerrados. No es posible, no, con tanta inquietud, la necesidad de comer las horas sin miedo a atragantarte. Buscando sin parar siempre más allá.

Me dijeron que seguiste un camino difícil, lejos de lo que heredaste de tu viejo. Yo solo leía los triunfos, los premios, las revistas de ciencias donde publicaban tus artículos y los descubrimientos. Eras un genio. Eso lo sabía. 

Lo que no podía creer que te fueras alejando de todo. Que dejaras de comer, de cuidarte, que pasaras las horas mirando al vacío. ¿Es verdad eso? No. No. No es cierto. Imposible. 

Te cuento. Para lo tuyo no hay explicación médica. En resumen. Que estás físicamente sano. Se acabaron las pruebas. No te quedan sino las máquinas. Qué te parece, es un suicidio. Un miserable suicidio. Premeditado. No se puede alegar defensa propia. ¿Podrías?

Y ahora dónde estás, en qué lugar te perdiste. Qué te pasó. 

Cómo llamarte Rubén. Rube, Estoy acá. Te están alimentando. Queremos que vuelvas. No me gusta esa manta blanca ni gomas ni máquinas que no quiero oír. No queremos, seguro que dirías lo mismo. O no, capaz que ni eso . 

Te das cuenta flaco, necesito tu voz. Que me cuentes. Que me hables. No me vas a decir que te quedaste sin nada, sin proyecto. No, no me lo creo y es que no puedo ir más allá de mi realidad. Estoy acá todo el tiempo, este tiempo, pero los demás no están en él, no estás. 

No me hagas esto, por favor. Dónde perdiste los sueños, por qué. Tu trabajo. Todo lo que ha quedado inconcluso. 

Por qué me mandaste a llamar. 

Qué pensabas hacer o decir. Llegué tarde o querías regalarme esta escena. 

Rubén no me dejes así rodeada de recuerdos viejos y nuevos y nada más. Con una pregunta constante. Ahora te ruego que no me dejes. 


....


El hotel. La habitación huele a jabón y esencias. La cama deshecha, la cortina va dejando resquicios de brisa delante de la ventana abierta al balcón.

Estaba sentada en el sillón con vista a la catedral y al mar. No parecía estar atenta a nada. El teléfono sobre la mesa de cristal permanecía tan quieto como ella. 





Los médicos aceptaron su última voluntad. 

Comentarios

  1. Me he quedado en shock, vaya monologo mas psicológico, con una lectura y una reflexión creo que no acabo, no suena ni el teléfono, estamos todos ensimismados leyéndote. Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Ufffff no sé qué decir... es una historia con dos vertientes, por un lado maravillosa, por otro, tremendamente triste.
    A ver si suena ese teléfono.
    Besisimos.

    ResponderEliminar
  3. cuando se escribe se larga la maravilla que tenemos y entenderte es posible gracias a la vida que tenemos hoy sigue dejando palabras en tu camino es la mejor manera de vivir el hoy

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es un gran consejo Mucha. Hay que vivir el hoy y dejar palabras de vida.

      Eliminar

Publicar un comentario