Alina y Alessandro

 (El y  yo)

En el sillón blanco con luz tenue, seguían la vida de "Chiara e Francesco" envueltos en la música de Frisina. 

No podían ser como ellos, no querían. No era necesario ningún sacrificio al invisible, sino vivir al borde de las cinco de la tarde sentados cerca del paseo marítimo, en el viejo local donde solo piden café, donde los conocen mirándose a los ojos, mientras bosteza la primavera en una acacia de rojos y el horizonte es un fantasma dormido entre las nubes 

Sus ropas indolentes sin escudos, sin tocas de encierro o beatificas túnicas. 

El viejo muelle donde todo está aún por suceder. 

Libres en el viento. Abiertos al amor de los cuerpos que se necesitan. La materia engullida por la pasión y el rezo sagrado de un suspiro. 

El mar indómito es su santuario. La arena del tiempo que se desliza por el altar en donde se arrodillan ante la poderosa naturaleza agradeciendo el don de ser. 

Y de ser para otros. A cada mano que se extiende, a cada llanto, besando sonrisas y soñando miradas. 

Chiara e Francesco

Termina la película y siguen extasiados en los acordes. No leen el reparto final sólo pueden escuchar y desear que no acabe.

En la Sala, la luz tenue sólo  muestra ya dos miradas envueltas en vapor. 

Y Luego... 

La vida, la luz, el amor,  seguir y seguir hasta donde una señal diga basta. Porque somos. Sí, somos.