La mañana del 17 de diciembre empezó con un sol radiante, pensé, buen augurio mientras desayunaba antes de la cita. Solo tenía que recoger los resultados de la analítica y de paso comprar lo que faltaba para las vacaciones en la montaña. Los chicos estaban inquietos, exaltados y faltaba una semana todavía. Insoportables.
Llegué a la consulta, un señor mayor nervioso y con mal aspecto no paraba de dar vueltas. Mientras esperaba seguía repasando las listas en las que había tachado ya los regalos de los abuelos, de Patri, Arturo y los niños. Pero ni idea respecto a Rafael.
La enfermera salió como tantas otras veces con una sonrisa y mi nombre. Don Aurelio me preguntó qué tal y le respondí contenta. Abrió el sobre, todo bien pero con sangre dudosa en las heces. Me miró como lo hacen los médicos, siempre recelosos, alarmistas disimulando no serlos. Habrá que hacer una colonoscopia y ya veremos. Pero tendrá que ser para después de las fiestas.
Me quedé un poco en el aire y respondí: “Vale, si no queda otro remedio.”
Y fuimos a la montaña y reímos y nos sentíamos libres deslizándonos por la nieve, fuertes y radiantes, con un apetito voraz.
Llegó el día de la colonoscopia. Me durmieron y al despertar, la enfermera ocultaba un gesto que no me gustó. Me hizo vestir despacio y me llevó hasta mi pareja que ya había hablado con la doctora y nos acompañó hasta la salida como si fuera una inválida.
Después en el coche, él me explicó lo que habían hablado: no eran pólipos, sino un tumor que lo hubiese quitado pero no le estaba permitido.
¿Un tumor?
Resultó ser uno maligno, porqué no. Y desde ahí me secuestraron las horas de consulta y por supuesto la orden para una resonancia.
Y llegó el día de la resonancia magnética. Nada más terminarla caí fulminada y nacieron los días que pasaron por mí sin mí. El coma que secuestraba la realidad.
El día que abrí los ojos me encontré perdida al principio, allí estaba Alfredo y quise levantarme: “Vamos a casa ¿Sí?” fue lo primero que dije. Él no atinaba si a reír o llorar. “Ha sido un milagro, tesoro”, dijo intentado abrazarme entre los artilugios.
¡Menuda historia! No me es para nada desconocida. Realmente, sí, hay que poner el contraste y tiene su cosa. Le dio fuerte pero espero que este protagonista supere su enfermedad sin problema alguno.
ResponderEliminarPor cierto, me ha llamado la atención, a no ser que lo haya entendido mal, que nombras al médico como don Aurelio, como se hacía antes.
Muchísimas gracias, Luz, por acompañarnos una vez más en esto de los jueves.
Cuídate mucho y te dejo un abrazo inmenso.
Un relato que como dice Mag, espero que vaya todo bien, me he puesto en tu piel, yo pasé por muchas pruebas, pero si el último contraste me hizo un daño, que mejor no especifico.
ResponderEliminarPero te lo haces sí o sí...y como firmas.
Me impactó porque estás enfermedades ojalá una cura ya. Como tantas otras....
Perdona pero no me sale, por fallo de bloguer mi cuenta real.
Saludos y muy buen relato.
Una historia que nos llega muy adentro.
ResponderEliminarLa medicina avanza , pero aún así hay pruebas que pueden ser casi más perjudicial que sanadoras, pero no hay más remedio que hacerlas.
Lo mejor es que en esta historia al parecer todo salió bien y eso es lo que realmente importa la salud. Un besazo grande y muy feliz resto de semana.
Jolines, no recuerdo que me hayan puesto contraste para la resonancia pero si para un TAC y me sentí ardiendo!Deseo que tu relato sea solo relato y que te encuentres bien. Besos.
ResponderEliminarTe entiendo, me lo aplicaron y tuve reacción, es una sensación fea. Ojalá y sea solo un relato
ResponderEliminarUn abrazo
Muy interesante tu historia, además de ser humana y fácil de empatizar con ella, hemos aprendido cosas nuevas.
ResponderEliminarBesitos.
Nunca nos acordamos de nuestra fragilidad hasta que se hace patente el día más inopinado.
ResponderEliminarComo bien dice, el anterior comantario, somos tan fràgiles...que no nos damos cuenta !.
ResponderEliminarSaludos i espero que sólo sea un relato !.
Espero que no se base en hechos ciertos, porque... ¡Vaya tela! Espero que haya sido tu poderosa imaginación.
ResponderEliminarDesde los 35, con el diagnostico mas cruel, de aqui al viernes tenemos que operar... pero llegue a las manos de otro especialista, y me salve, después de haberlo llorado todo, de haber recorrido toda mi vida. tres años de casado, una hija de otros años, y un mundo que se derriba.. y vino la voz y de la mano de un especialista.... hoy ya hace muchos años de eso, sagrado cada tres, una colonoscopia, una que me pudo haber cambiado la vida, pero aqui estoy.......vivito y coleando.
ResponderEliminarY con mi colon intacto
ResponderEliminarCon situaciones así ya quisiéramos que la medicina no estuviera tan en pañales
ResponderEliminarUn abrazo
Muy bueno, ese uso de la palabra contraste ha sido muy original. Una odisea que seguro acabará bien.
ResponderEliminarUn abrazo
Esto me suena tan tan familiar, que tengo temor de que alguien que conozco pueda protagonizar algo así. Estremecedor relato. Es verdad que nuestra fragilidad no debemos nunca olvidar. Un abrazo, dos, tres abrazos.
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