El niño. Empatía

Hay veces que se nos va la niñez y nos quedamos como hojas secas oscilando en otoño.

Y sin edad se van yendo episodios de saltos, de muecas, de ternura.

Nuestro niño nos empuja al mañana y sigue creciendo.

Es el que entiende, porque se ha mantenido a través de las vivencias.

Ama y odia sin reservas y detecta y se refugia en lo seguro. 

No busca traumas en mamá ni se plantea sobre papá. 

Pero si ese niño que llevas no entiende porqué no lo aman y dejan que se pierda en la oscuridad.

Ese niño duele. 

El no habla, se esconde, es amenazado. Obediente y tiembla. 

Ese niño se va llenando en los años cargado de secreto. Escondiendo el horror. 

La pandemia ha sido para muchos  una trampa más cruel aún, obligados a estar encerrados con su o sus verdugos. 

Si sobrevive, irá con cicatrices abiertas toda su vida. 

No basta con hablar dice el niño sin voz. Ayúdame. 

Vigila por mí y denuncia. No permitas que me dañen.